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El estudio y el directo

El estudio y el directo

Lunes, 9 am. Arrancas el coche, falto de sueño, y decides que Rock FM te va a saber a poco, que necesitas el extra, porque el día va a ser largo y duro. Entonces: “Through the fire and flames”, de Dragonforce, por ejemplo, si eres de los que todavía soportan el power metal, y las cosas ya se ven un poco distintas.

Solo es un ejemplo, pero no elegido al azar. La polémica sobre si las grabaciones de esta banda son más o menos realistas y sobre si aguantan o no la prueba del directo quizá sea tan vieja que ya esté pasada, pero creo que todos sabemos más o menos de qué va el asunto: ¿es honesto ofrecer unas cosas en el disco, y luego otras muy distintas en el concierto? ¿Es lícito saturar de arreglos y efectos una grabación que luego no podremos reproducir sobre el escenario? ¿Hay que grabar con los mismos recursos que tendremos luego en directo, o no pasa nada si hacemos “un Nightwish” y luego tiramos por la PA a la sinfónica de Londres y todos sus coros celestiales?

Dejemos claro desde el principio que la cuestión tiene dos caras muy diferentes. Una cosa es grabar una música que supera la capacidad técnica de los instrumentistas, a base de post-producción y decenas de tomas medio malas, que luego sonará como un churro en directo porque no nos dan los dedos, la voz o el doble pedal. Seguramente en esto estamos todos de acuerdo: mal. Pero otra cosa muy distinta es entrar al estudio y decidir que para tal canción queremos una tercera guitarra, o unos arreglos de orquesta, o sencillamente, como pasa con Nightwish y otras bandas del estilo, juzgar que lo que queremos decir solo podemos decirlo con trompetazos y cinco pistas de violines. En este segundo caso, podemos gruñir “¡no!”, y usar el argumento de la autenticidad, o podemos decir “sí, joder”, mientras escuchamos el CD, y luego ya veremos.

La música es una realidad muy compleja, y no está de más plantearse si, puesto que la experiencia del directo y la del disco son tan diferentes -tanto para los músicos como para el público-, podemos acercarnos a cada una de ellas con un espíritu diferente. Como casi todo en música, es cosa de gustos y opiniones, pero se puede hablar un rato sobre el tema. Vamos a plantearlo así: aunque sea un poco vago, podemos decir que básicamente es una cuestión de energía. Cuando una canción suena en el CD o en el iTunes, esperamos que nos transmita una energía particular, y cuando digo energía no quiero decir fuerza; un tema como “Vacant”, del Train of thought de Dream Theater, es sutil, suena “bajito”, pero tiene una energía propia, y a su modo es tan intensa como el “Bleed” de Meshuggah, que tiene su propia y potente energía. Esas energías nunca son totalmente “auténticas”: nada lo es desde que empezamos a enchufarle cables a las guitarras, y procesar lo que tocamos en estudio con compresores, mezcla, master…

Además, como decía, es posible que con determinadas músicas nuestra experiencia-CD consista en sentarnos con los cascos y disfrutar de los detalles, darle varias escuchas al disco, descubrir cosas nuevas… Mientras que en nuestra experiencia-concierto, cuando estamos tres horas de pie en un campo de fútbol, pasando frío o calor, un poco cocidos, y suena la banda, es probable que esperemos otra cosa: otro tipo de energía, que nos golpee, nos empuje o nos emocione, pero sobre todo que sea directa, que no necesite ser procesada intelectualmente, que no se pueda razonar ni argumentar. También es posible que esperemos eso mismo de la experiencia-CD, pero hay que asumir que los medios de las bandas a través de uno u otro canal son muy diferentes. Entonces, ¿por qué no juzgar por separado las dos caras de la música que nos ofrecen? Y, la pregunta con la que volvemos a Dragonforce o a quien queráis: incluso si una banda no puede ofrecernos ninguna de las dos clases de energía en la experiencia-concierto, pero sí en la experiencia-CD, ¿podemos pena disfrutar solo de esa mitad de su obra sin mentarles la madre y decir que son unos mierdas y unos falsos? ¿Cómo va a ser falso algo que, en esencia, no puede ser auténtico?

En mi opinión, esto también vale. Como músico, no soy partidario de hacerlo, pero como oyente, reconozco que puedo disfrutar mucho de una experiencia-cd y que me dé igual la experiencia-concierto, sobre todo si no voy a pasar por esta última. “Es que luego en directo no valen nada”; bueno, pero ahora sí. “Es que va muy maquillada. Si yo me pintara así…” Bueno, pues píntate. Creo que lo ideal, cuando tus ambiciones expresivas en estudio superan tus medios técnicos (tus medios, no tus capacidades, insisto), es buscar un modo de ofrecer esa energía particular en las dos experiencias, y no pasa nada si los dos productos musicales que ofreces -la canción-estudio y la canción-concierto- son ligeramente diferentes. Seguramente la dificultad está en que no se te vaya de las manos, y acabes produciendo una canción-estudio cuya energía no puede traducirse a la experiencia-concierto.

Ante del dilema de las dos experiencias, entonces, hay una opción que no me parece válida: hacerlo “bien” en estudio, y “mal” en directo. Las otras opciones son: grabar como si fuera un concierto (véase AC/DC), grabar de una forma en estudio y ofrecer algo distinto, pero igualmente bueno, en directo, y realizar una grabación megalómana en estudio y disparar, enlatado, todo lo que no podemos reproducir in situ sobre el escenario. Para mí las tres son válidas, aunque la última me interesa menos. Pero lo reconozco: me encanta “Through the fire and flames”. ¿Qué pensáis vosotros?

Martín Fernández
09/03/2015

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