Debler Eternia - Lacrimosa (2025)
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Melodic Power Metal
Autoproducido
2025
Temas
Elizabeth (feat. Juwdix)
Bathory
El Infierno Soy Yo
Eterna Soledad
La Promesa del Mar
Vuelve
Levántate
Mi Oscuridad
Entrelazados
Lacrimosa (feat. Juwdix)
Formación
Voz y coros: Rubén Kelsen
Guitarras: Javi Javat
Violín y orquestaciones: Pablo Sabater
Bajo: Han
Batería: Pablo Rodríguez
Crítica
Débler Eternia vuelve con una obra maestra. No han compuesto un simple álbum; han tallado una tragedia musical en mármol oscuro, una historia contada con notas acertadas y orquestaciones oscuras que aportan una nueva dimensión a su música. Lacrimosa es una ópera sinfónica vestida con detalles de power metal, donde cada tema es un capítulo en el drama de Erzsébet Báthory, la condesa que quiso desafiar la muerte con belleza eterna…
Desde el primer segundo de Elizabeth, la atmósfera es densa y pesada. La voz grave de Juwdix abre el telón e invoca el espíritu de la protagonista. Es un inicio que no pide permiso, que prepara al oyente para lo que viene: una caída libre al corazón del horror y la pasión. Brutal. Tras este comienzo, nos llega Bathory, con una fuerza arrolladora. Los riffs afilados, el ritmo potente como una ejecución inminente. Rubén Kelsen canta como si estuviera poseído, recreando los rituales con una teatralidad que estremece. La épica de la melodía no suaviza la crudeza del relato.
El tercer tema del álbum se titula El Infierno Soy Yo, donde el relato cambia de tono. La música baja el tempo, los teclados se vuelven atmosféricos. Es el primer descenso en el álbum. Le sigue Eterna Soledad, donde la tragedia se convierte en canto. La balada envuelve al oyente con violines, coros y un estribillo desgarrador. Aquí no hay violencia, solo vacío. Es el momento en que el personaje se mira en el espejo sin maquillaje, una figura atrapada en su propia leyenda. De lo mejor de este álbum, y de toda su discografía.
La calma se rompe con La Promesa del Mar, quinto corte de este disco. Una rareza en este universo sombrío. Con influencias que vienen de la música folk, irrumpe como un recuerdo lejano, una promesa olvidada entre tanta muerte. Un corte breve, pero esencial, muestra que aún queda esperanza entre tanta tragedia. Una fórmula que se repite con éxito en Vuelve, donde la condesa parece suplicar el retorno de un amor perdido. La instrumentación es suave pero cargada de tensión. Otro gran momento de este álbum que, sin aportar ninguna fórmula novedosa en la trayectoria de Débler Eternia, demuestra la solidez de una banda en constante ascenso.
Con Levántate, llegamos al séptimo corte del disco en un estallido de fuerza y energía. El ritmo se acelera, las guitarras crujen y la voz llena un tema de gran inspiración. El sonido cambia en Mi Oscuridad, con influencias electrónicas y un sonido más moderno, casi industrial. Los guturales irrumpen con rabia en una canción que es el espejo final de la condesa, donde no hay máscaras, solo monstruos. Una apuesta arriesgada en sonido y forma, que expande el universo del grupo con acierto.
En Entrelazados, Débler Eternia recupera el pulso clásico del power sinfónico, con un tema vibrante que funciona como la unión de las piezas anteriores. Es una canción que no olvida la narrativa, pero que se disfruta también como himno independiente. La comunión entre melodía y la letra es total. En Lacrimosa, llegamos al final del álbum. Once minutos de una montaña rusa emocional. El duelo vocal entre Rubén y Juwdix es un juego de voces entre redención y castigo. Es un cierre apoteósico que resume toda la obra con la fuerza de una sentencia.
Con Lacrimosa, Débler Eternia han creado su trabajo más ambicioso, más teatral, más arriesgado. Y han salido victoriosos. Aquí no hay rellenos. Un álbum que supone una apuesta segura de la banda por un sonido propio. Un disco que supone un paso sólido en la carrera de Débler Eternia.
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