KISS OF DEATH – 18/10/25 - Sala Wolf (Bcn)
Un emotivo homenaje a Ace Frehley y al espíritu inmortal del rock and roll.
La noche del sábado en la Sala Wolf de Barcelona fue mucho más que un concierto: fue una celebración del rock, una despedida sentida y una declaración de fidelidad a una leyenda. Apenas 24 horas después de conocerse la triste noticia del fallecimiento de Ace Frehley, guitarrista fundador de KISS y uno de los pilares del sonido más reconocible del hard rock, KISS of DEATH convirtió su actuación en un sentido homenaje al Spaceman y a toda una generación de rockeros que crecieron bajo el rugido de los amplificadores.
El arranque, con Creatures of the Night y Detroit Rock City, sirvió de declaración de intenciones. El público, que llenaba la sala con algo más de un centenar de personas, comenzó algo frío, todavía asimilando la pérdida del legendario guitarrista. Pero la entrega sobre el escenario fue tal que poco a poco la conexión se hizo total. Con Deuce y Heaven’s on Fire, el ambiente empezó a prender y las primeras manos se alzaron al aire.
La banda fue creciendo en comodidad y potencia a medida que avanzaba el repertorio. Toni Benavente, en el papel de Ace Frehley, rindió tributo a su ídolo con un virtuosismo a la altura, especialmente en Shock Me, donde desató una tormenta de solos que hicieron vibrar cada rincón de la sala. Su sonido de seis cuerdas, pulcro y afilado, fue pura devoción por el legado del Spaceman.
Por su parte, Jordy Stanley encarnó a Paul Stanley con elegancia y fidelidad escénica: cada gesto, cada guiño, cada movimiento estaba medido al milímetro, y temas como Love Gun, Makin’ Love o I Stole Your Love fueron coreados como si los neoyorquinos estuvieran realmente sobre el escenario.
La fuerza rítmica vino de la mano de Charly a la batería, que además de marcar el compás con precisión quirúrgica, se encargó de los coros y de asumir alguna parte vocal. Detrás del bajo, Marc Marcus se transformó en Gene Simmons con todas las de la ley: alas desplegadas, lengua fuera, fuego en la mirada y hasta el icónico número de la sangre derramada, mientras rugía en God of Thunder o I Love It Loud. Su interacción constante con el público fue uno de los pilares de la noche, que a esas alturas ya era una auténtica fiesta.
El bloque final fue un torbellino de emociones. Lick It Up y Black Diamond levantaron los puños y las gargantas, mientras Beth —cantada con ternura desde primera línea por Charly—, puso el punto más íntimo y conmovedor de la velada. El público, que en los primeros temas había permanecido más bien expectante, terminó completamente entregado con Shout It Out Loud y el inevitable cierre con Rock and Roll All Nite, que convirtió la sala en una celebración colectiva del rock más puro y teatral.
La noche transcurrió según el mensaje que Jordy Stanley lanzó para arengar al público en un momento dado:
“No lo hagáis por él, tampoco por nosotros… ¡hacedlo por el puto rock and roll!”
Y así, entre lágrimas, sonrisas y riffs eternos, KISS of DEATH logró convertir la pérdida en una victoria, recordando a todos que mientras haya alguien dispuesto a subirse a un escenario y gritar esas palabras, el rock nunca morirá.
Lo que comenzó como una descarga más de hard rock terminó convirtiéndose en una noche de homenaje y celebración, un recordatorio de por qué KISS sigue siendo una de las bandas más influyentes del género, y de cómo proyectos como KISS of DEATH mantienen viva su llama.
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