Fortalesa Open Air - 04/05/2024 - Fortalesa d'Hostalric
La fortaleza. Construida sobre los restos de un antiguo castillo medieval, enclavada encima de un viejo volcán que escupió fuego milenios atrás cuando el Diablo se paseaba por el mundo. Un lugar donde se perpetraron batallas, asedios, festines, violencia, cerveza, sangre derramada, destrucción, muerte...
La fortaleza. El sitio ideal para un festival de Black Metal.
Este pasado 4 de mayo tuvo lugar el Fortaleza Open Air de Hostalric, en Girona, primera edición del festival, un legado de los anteriores Necesse mori I 2022 y Necesse Mori II 2023 que ya tuvieron la ocasión de reventarnos los oídos. En esta edición el open air aterrizó con un cartel más extenso, precio más elevado y bandas de mayor renombre internacional.
El emplazamiento, inmejorable, con una organización bastante correcta, situaba dos food trucks cerca de la entrada, un main stage mediano en el fondo que convertía el acontecimiento en una pequeña gran familia, barras a la izquierda y grada de muro medieval a la derecha para poder reposar cómodamente en los descansos entre los once conciertos. En el interior, una sala abovedada guardaba las tiendas de merch y un pequeño escenario donde sonarían las últimas bandas + DJ para todos aquellos que aún tuviesen fuelle.
Bajo un sol de justicia (que las predicciones del tiempo no acertaron), las personas hacían cola a las 16h para entrar en el patio de armas, como guerreros y guerreras llegando eufóricos y hambrientos de sus recientes batallas. Puntuales, empezaron a escucharse a las 16:20h las primeras notas en el aire caldeado de Girona.
Fue acertado que ESTERTOR tocaran los primeros, una banda de Barcelona nacida en 2009 de sonido crudo y sucio, Thrash Metal con aires Black/Death. Levantaron los ánimos iniciales con ritmos acelerados y canciones basadas en películas de terror que atraían a los visitantes. “The Torch that Corrupted the Earth” se nos presentaba con una ejecución demoledora llena de energía y compenetración. Con “Worship the Black Goat”, canción homenaje a Bathory, Edu sacó un cráneo de cabrío y Enrique hizo una cruz invertida con las baquetas. “Blood for Sheetar” ofreció una preeminencia de las cuerdas en una perfecta sintonía desenfrenada. El concierto empezó con poco público, algún problema puntual de sonido distorsionado (el viento intenso y los open airs no se llevan bien) y un calor ingente (el sol y la ropa negra tampoco se llevan bien). Pero el patio de armas se fue llenando y los de Estertor lo dieron todo, engrasando una máquina de guerra que acababa de comenzar.
Con el cuerpo enfurecido y un par de cervezas entre pecho y espalda, el público ya estaba dispuesto para romper los cristales y ver al segundo batallón del cartel: VIDRES A LA SANG. Luchando desde 2002 y cantando en su lengua materna, los catalanes rompieron las barreras del sonido, heredando algunos problemas técnicos de sus predecesores (el aire aún soplaba con malicia), petando en los agudos y un bajo casi inexistente. Aun así, hicieron las delicias de un público muy entregado y fiel que coreaba los estribillos, ventajas de jugar en casa. En esta ocasión nos regalaron un concierto de aniversario, tocando íntegramente su primer álbum homónimo que cuenta con una mayoría de edad de 20 años. Con su gutural fuerte y característico, Eloi explicó ante todos que “La nostra Estirp”, quinto tema y convertido en himno del grupo, fue la primera canción que compusieron. El patio de armas del castillo estaba ya a rebosar, y los asistentes hacían headbanging en oleada. Con un gutural espectacular, riffs lentos pero agresivos, y una potencia implacable —en parte añadida por los golpes furibundos al bombo de Carles Olivé—, su actuación no decayó en ningún momento, como demostraron los cuernos al cielo y los aplausos de los congregados.
Llegó el turno de meterse en la antesala del infierno. Como reza la inscripción que nos relata Dante: “Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza”. Nada más lejos de la realidad. Los ANTE-INFERNO, quizá la banda menos conocida por el público, y pese su sencillez escénica, sonaron más extremos aún que los anteriores. En las puertas del averno el sol ya no hervía tanto al personal. Los de North Yorkshire se definen como Black Metal Melódico y nos atacaron con una música algo más atmosférica y muy ordenada.
Si bien las cabezas pecadoras del público resultaron estáticas en un principio, acabaron haciendo headbanging con los riffs contundentes de los ingleses. La mesa de sonido logró pulir al fin los pequeños problemas iniciales y las últimas canciones resonaron con mejor calidad.
Entonces empezó la flagelación. El vacío de EMPTY apareció antes que la misma banda irrumpiera en el escenario, una nube certera tapó los rayos del sol soplando a los asistentes un aire frío y bienvenido, más acorde con el Black. La banda zaragozana fundada en el año 1995, década de gran esplendor del subgénero, hizo su aparición de la manera más clásica posible: uno a uno, con corpse paint y una intro ambiental. Con un toque más sombrío y fúnebre, nos ofrecieron un concierto brutal y oscuro. Escogieron las canciones más duras para su setlist en el Fortaleza, no querían que el público bajase la guardia teniendo en cuenta los compañeros de cartel. Como siempre, Drizzt nos sorprendió con su infinidad de voces que se mueven desde el gutural más grueso hasta el melódico eclesiástico. Una delicia para los vivientes.
Una vez metidos en el infierno y con el crepúsculo acariciando nuestras nucas, nos pusimos en contacto con los muertos. Era el turno de los oscenses OUIJA, que se mantienen activos desde 1994, siendo una de las bandas de Black con más recorrido dentro del panorama nacional. Nos regalaron algunos temas de su primer álbum Riding into the Funeral Paths: con “Crossing the Seventh Gate” los vítores se alzaron, sonando las guitarras como si fueran las trompetas que anunciaban el mismo apocalipsis, y cerraron su directo con “Unbriedled Transilvanian Passion”, de riffs melódicos, que nos devolvieron el sabor del más profano Black de la old school. Nos faltaron más temas de esa gran joya, sin embargo, también tenían más repertorio que ofrecernos de su longeva carrera. Con este Black cogido de la mano del Death, los festivaleros gozaron y vitorearon sus letras sin ninguna intención de querer volver al mundo vivo.
Entonces el sol se retiró del todo y dimos paso al ritual de la bruja. El patio de armas quedó casi a oscuras, con una luz rojiza que pintaba los rostros de un público ya masivo. La tenebrosa negrura nos cubrió con DARKENED NOCTURN SLAUGHTERCULT, grupo alemán que presentó su Black Metal más técnico, bestial y abrupto. La extensa parafernalia que envolvía su música compleja daba pie para sacar los móviles con el fin de inmortalizar cada momento. Una banda no apta para todos los estómagos, con cambios de ritmo abismales, voz gutural decorada con gritos de terror escabroso, atormentado.
Empezaron fuertes con un tema de su último álbum, “Mardom - Echo Zmory”, para luego hacer regresión a temas más primigenios, haciendo un repaso por su prolífica discografía, que se inició en 1999. “Bearer of Blackest Might” nos sumió en un éxtasis desenfrenado, disuelto en un público que no sabía si moverse de forma vertiginosa o contemplar envilecido el espectáculo que se le ofrecía. Los componentes de la banda escupían sangre al aire mientras se dejaban poseer por la misma música. No faltó el ritual satánico de rigor, presidido por la magistral vocalista, Onielar, que arrojaba la sangre de un cáliz al público, para esgrimir al aire una cruz invertida con un Jesucristo decapitado. Con su vestido blanco lleno de sangre, el corpsepaint y una particular corona profana de espinas, parecía una sacerdotisa infernal que nos desacralizaba al ritmo de sus guturales. El público recibió el ritual de la espada de la excepcional Onielar con mucha entrega y devoción. No suelen verse muchas mujeres en los escenarios metaleros, aún menos cuando se trata de metal extremo. Las headbangers, que no llegábamos al 25% en este festival (cifra cada vez más alta, cabe mencionar), también necesitamos nuestros referentes.
En la orgía infernal del Fortaleza nos faltaba un bautizo para acabar saltando y bailando junto a un sátiro. Papel que el bueno y alocado de Nissen cumplió a la perfección. Entraron en escena los pre-cabezas de cartel, los esperados SACRAMENTUM, buena old school sueca de las primeras oleadas de Black Metal, ejecutando íntegramente su preciada obra "Far Away From the Sun" (1996). Tal y como rezaron entre canción y canción, no habían pisado nuestra tierra desde el 1999. Eso no impidió que, como siempre, el personaje grotesco embadurnase su torso de sangre falsa y nos escupiera con ganas, para, según sacraliza: “asesinar todo aquello que nos limita”. Nada había quedado de la solemnidad de sus predecesores, su interpretación fue grotesca, sardónica. Nissen se movía como un director de orquesta infernal, su público convirtiéndose en títeres al servicio de una música diabólica, mientras él se contorsionaba haciendo figuras antinaturales. A pesar de algún fallo de guitarra, se metieron al público en el bolsillo con sus canciones duras, pero festivas, jarra en mano.
Mención especial a otro referente femenino, una bajista joven muy reciente dentro de la banda llamada Julia von Krusenstjerna. Lástima que Nissen acabase cosificándola durante sus bailes excéntricos, untándole el pelo, los brazos o la cara con su sangre… sin ni siquiera acercarse a cualquier otro de sus compañeros. “¡Ole la rubia!”, se pudo oír desde el público. Las tías llevamos años metidas en los conciertos y en los escenarios, cada vez más. Hemos venido para quedarnos. El infierno es de todos.
Y llegó la hora del fin del mundo, con el apocalipsis al acecho en una noche negra y fría. Después de varias cervezas, sudor, ánimos flotando y la sensación de que todos éramos ya una gran familia, aterrizaron los cabezas de cartel, NECROPHOBIC, permitiéndose unos veinte minutos de retraso. Los suecos, con su Blackened Death metal y un largo recorrido que se inició en 1989, ofrecieron un concierto con fecha nacional exclusiva. Ahora sí, con técnico de sonido propio y escenografía de grupo internacional, y animando al público entre canción y canción, acabaron rompiendo todo lo que quedaba por destruir. Empezaron con un tema de su nuevo LP de este 2024, “Stormcrow”. Con “Revelation 666” hubo una ovación ensordecedora del público, el headbanging se extendió de forma masiva entre toda la multitud enfurecida. Finalmente, terminaron con un tema de su primer álbum, “The Nocturnal Silence", que dio un final apto para los más nostálgicos. La compenetración de los miembros, su consonancia y complicidad, fue intachable. Sin duda alguna, fueron el plato fuerte de la noche, esgrimiendo a sangre y cuerdas ser cabezas del festival, y ofreciendo imágenes memorables. Anders Strokirk bajó entre el público a dar la mano, y el fin de su actuación nos dejó con la tristeza de querer alargar más nuestro descenso a las catacumbas del averno, impresión consagrada por el humo y la perenne luz roja que les acompañó durante la noche.
Después de una merecida pausa, en la que la mayor parte de los asistentes se fue con la resaca emocional de los cabezas de cartel, llegó el turno de las bandas underground de la escena local. Los últimos conciertos de la noche se daban en las mismas entrañas del castillo de Hostalric, en una sala de piedra abovedada que congregó a los que todavía estaban sedientos de más metal extremo. Era el momento de BARBARIAN SWORDS, banda de True Nihilist Black Doom Metal que se mantiene activa desde el 2011. Sin embargo, nos quedamos con ganas de escucharlos, porque debido a problemas con el sonido y la mala acústica, se negaron a ofrecer el directo.
Con retrasos más largos de lo esperado, pero no obstante con ganas de continuar, llegó el turno de NETÓN. Esta joven banda barcelonesa, fundada en 2023, no reparó en ofrecernos los temas que saldrán de su primer EP, todavía no publicado. Autodenominados como “metal barbárico”, su música de tintes paganos hizo retumbar las mismas paredes de piedra, con una mezcla entre el Death/Black más agresivo.
La barcelonesa INVERNAL ofreció las últimas notas de Black de la noche y el festival llegó a su fin. Poco a poco nos fuimos despidiendo los unos de los otros y dejando atrás la fortaleza medieval. Reconstruimos las partes de nuestro cuerpo, recolocando huesos, músculos, órganos, sujetando la piel con clavos, dejando una parte de nosotros perdida por el suelo (mayoritariamente trozos de tímpanos). Recogimos nuestra alma prestada al Diablo en un saco y nos fuimos, cansados, sin merchandise (¿por qué narices apenas pusieron merch de las bandas?) y con ganas de salir del infierno para caer en la cama. Volvimos todos a andar sobre la tierra real, arenosa, para retomar nuestras batallas. Eso sí, volvimos, pero con más ganas de vivir.
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